La timidez está tan incrustada en mí que me cuesta distinguirla del resto de mi vida. Tengo un collar mental con la colección de escenas en las que quise que la tierra me tragara. A los tres años, abracé un jean en una quinta y cuando miré hacia arriba la pierna no era la de mi madre sino la de otra señora. A los seis, mandé un dibujo al programa infantil de Margarito Tereré, fui seleccionado con otros chicos para aparecer en la tele, les dije a todos mis amigos y parientes que vieran el programa y, cuando la conductora Julieta Magaña me preguntó mi nombre y mi edad, me quedé mudo. Entre los siete y los catorce iba a un club de tenis y me angustiaba encarar el pasillo de entrada y no saber si saludar o no a los conocidos. El tembleque mental antes de entrar a lugares que no me eran totalmente extraños pero donde tampoco me sentía cómodo fue un clásico: me pasó en clubes, lugares de vacaciones y trabajos.
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